sábado, 18 de mayo de 2013

Historietas: Mafalda (1)

Los sábados les presentaremos distintas historietas para coleccionar.  En esta ocasión le presentaremos un clásico como Mafalda. Cabe destacar que dicha historieta empezó a salir en la histórica revista Leoplán, obviamente de la mano de su creador Quino.

Mafalda es un clásico totalmente argentino. La historieta tiene su plaza en colegiales, entre las calles Conde, Matienzo, Concepción Arenal  y Delgado. Además supera el millón de libros vendidos, constituyendo un hito en la historia de las historietas argentinas. En esta ocasión les brindaremos algunas historietas de la clásica y tan querida Mafalda. 



viernes, 17 de mayo de 2013

Obras literarias: Memorias del subsuelo (2)

Otro viernes ha llegado y le presentamos la segunda entrega de "Memorias del subsuelo",obra maestra de Fiodor Dostoyevski. Memorias del subsuelo es una novela corta organizada en dos partes. La primera, dividida en once capítulos breves y titulada "El Subsuelo", consta básicamente de un monólogo interior del protagonista, un miserable funcionario frustrado, antiheróe contradictorio, enfermizo y excitable, que dirige su charla a un público inexistente. Según el propio autor, en una pequeña introducción que encabeza la obra, su propósito fue "presentar al público, con mayor relieve que otras veces, un carácter de tiempos pasados pero recientes. [...] dicho individuo se presenta a sí mismo, expone sus puntos de vista y, al parecer, quiere explicar las causas que han originado y han hecho inevitable su aparición en nuestro medio".



III
¿Cómo ocurren las cosas en los que son capaces de defenderse y algunos incluso de vengarse? Cuando el deseo de venganza se apodera de ellos, no hay espacio en su espíritu más que para ese deseo. 
Se lanzan hacia delante en línea recta, baja la cabeza, como toros furiosos, y sólo se detienen cuando llegan 
ante un muro. Por cierto, que, ante un muro, estos señores, estos seres sencillos y espontáneos, los hombres 
de acción, se desmoronan y ceden con toda sinceridad. Para ellos, este muro no significa en modo alguno lo 
mismo que para nosotros, que pensamos y, por consiguiente, no obramos; es decir, no es excusa. No, para ellos no es en modo alguno un pretexto que les permite desandar lo andado, pretexto en el que nosotros no solemos creer pero del que nos aprovechamos gustosos. No, ellos ceden de buen grado. El muro es a sus ojos un tranquilizante; les ofrece una solución moral definitiva, e incluso me atrevería a llamarla mística.  Pero ya volveremos a hablar de este muro. 
Pues bien, precisamente es este hombre sencillo y espontáneo el que considero normal por excelencia, el hombre en que soñaba nuestra tierna madre naturaleza cuando nos puso amablemente sobre la tierra. Envidio a ese hombre. No niego que es tonto. Pero ¿qué saben ustedes de esto? Es posible que el hombre normal haya de ser tonto. Incluso es posible que sea hermoso. Y esta suposición me parece más justificada si observamos la antítesis del hombre normal, es decir, al hombre de conciencia refinada, al hombre salido 
no del seno de la naturaleza, sino de un alambique (esto es casi misticismo, señores, pero me siento inclinado hacia esta sospecha). Entonces vemos que este hombre alambicado se esfuma a veces ante su antítesis, hasta tal punto y cede tanto, que, a pesar de todo el refinamiento de su conciencia, llega a considerarse no más que como un ratoncito. Es quizás un ratoncito de extremada clarividencia, pero no por eso deja de ser un ratón y no un hombre, mientras que el otro es en verdad un hombre. En fin, lo peor es que él mismo se considera un ratón, ¡él mismo! Nadie pide que lo confiese. Es un detalle muy importante. 
Veamos, pues, a este ratoncito en acción. También él se siente ofendido (esta sensación es casi continua)  y pretende vengarse. Es posible que se acumule en él más rabia aún que en l'homme de la nature et de la vérité. El deseo cobarde y mezquino de devolver mal por mal a quien le insulta lo corroe, tal vez incluso  más violentamente que a l'homme de la nature et de la vérité, porque éste, en su estupidez natural, considera su venganza como una acción perfectamente justa y, en cambio, el ratoncito no puede admitir la justicia de tal acto a causa de su superior clarividencia. Pero llegamos al fin al acto mismo, a la venganza. Además de la villanía inicial, el desgraciado ratón ha amasado en torno de él, en forma de dudas y 
vacilaciones, tantas nuevas villanías, ha añadido a la primera pregunta tantas otras sin respuesta posible, que, haga lo que haga, crea alrededor de su persona un fatídico lodazal, un pantano pestilente y cenagoso, formado por sus vacilaciones, sus sospechas, su inquietud y todos los salivazos que le arrojan los hombres de acción que le rodean, le juzgan, le aconsejan y se ríen de él a mandíbula batiente. Entonces, naturalmente, lo único que puede hacer es abandonarlo todo, aparentando desprecio, y desaparecer vergonzosamente en su agujero. Y allí, en un sucio y pestilente subterráneo, el insultado, apaleado y escarnecido ratón se zambulle lentamente en su rabia fría, envenenada y, sobre todo, inextinguible. 
Durante cuarenta años recordará la afrenta recibida, con sus detalles más humillantes, a los que irá añadiendo otros más vergonzosos aún, excitándose perversamente, atizando el fuego de su imaginación. Se sentirá avergonzado, pero evocará todos los detalles, pasará revista a todas las circunstancias, inventará otras con el pretexto de que habría podido producirse, y no perdonará nada. Incluso es posible que trate de vengarse, pero a hurtadillas, en pequeñas dosis, de incógnito, sin ninguna confianza ni en su derecho ni en el éxito de su propósito y dándose clara cuenta de que sus tentativas de venganza le harán sufrir a él mucho más que a aquel contra el que van dirigidas y que probablemente ni siquiera se enterará. En su lecho de muerte lo recordará todo de nuevo, añadiendo los intereses devengados, y entonces... Pero precisamente esta mezcla abominable y helada da esperanza y desesperación,
precisamente este enterramiento voluntario, esta existencia de emparedado viviente, esta ausencia (claramente percibida, pero siempre dudosa) de toda solución, este cúmulo de deseos insatisfechos que no han hallado salida, de decisiones febriles tomadas para siempre pero seguidas inmediatamente por los remordimientos; todo esto es lo que detalla precisamente esta voluptuosidad extraña a la que me he referido 
antes. Esto es algo tan sutil generalmente, tan difícil de captar, que la gente mediocre -e incluso,simplemente, aquellos que poseen unos nervios bien templados- no comprende ni jota. «Tampoco comprenderán nada de eso -me dirán ustedes tal vez, burlonamente-, los que nunca hayan sido abofeteados.» Así, ustedes me darán a entender cortésmente que he recibido una bofetada y que hablo con conocimiento de causa. Apuesto lo que quieran a que lo han pensado. Pero tranquilícense, señores, no he sido abofeteado, y, por lo demás, lo que puedan ustedes pensar respecto a este asunto me tiene completamente sin cuidado. Tal vez soy yo quien lamenta haber repartido pocas bofetadas durante mi vida. 
Pero ¡basta! ¡Ni una palabra más sobre este tema, por mucho que les interese! Continúo, pues, hablando con toda calma de las personas de nervios bien templados que no saborean 
ciertas sutiles voluptuosidades. Aunque estos señores mujan como toros en algunos casos y se enorgullezcan de ello, se desmoronan, como ya he dicho, ante lo imposible: ante la muralla de piedra. Pero ¿qué muralla es ésa? Evidentemente, son las leyes naturales, los resultados de las ciencias exactas, de las matemáticas. Si les demuestran a ustedes, por ejemplo, que descienden del mono, será inútil que tuerzan el gesto: tendrán que aceptarlo. Si les prueban que una sola gota de su propia grasa debe ser más estimable para ustedes que cien mil del prójimo y que a eso van a parar todas las virtudes, todas las obligaciones y otras fantasías y prejuicios, no tendrán más remedio que admitirlo, porque dos y dos son cuatro. Esto 
pertenece al dominio de las matemáticas, y no hay discusión posible. 
«¡Perdone! -gritará alguien-. Usted no puede protestar: dos y dos son cuatro. A la naturaleza no le preocupan las pretensiones de usted; no le preocupan sus deseos; no le importa que sus leyes no le convengan a usted. Está usted obligado a aceptarla tal como es y a aceptar todo lo que procede de ella. El muro es un muro...», etcétera. Pero ¿qué importan, Dios mío, las leyes de la naturaleza y la aritmética si, por una razón u otra, esas leyes y ese «dos y dos son cuatro» no me complacen? Evidentemente, no podré romper ese muro con la cabeza, ya que mis fuerzas no bastan para ello; pero me niego a humillarme ante ese obstáculo por la única razón de que sea un muro de piedra y yo no tenga fuerzas para calvario. 
¡Como si ese muro pudiera procurarme alguna paz! ¡Como si uno pudiera reconciliarse con lo imposible por la sola razón de que se funda sobre el «dos y dos son cuatro»! ¡Es el mayor absurdo que puede concebirse! 
¡Cuánto más penoso es comprenderlo todo, tener conciencia de todas las imposibilidades, de todos los muros de piedra, y no humillamos ante ninguna de esas imposibilidades, ante ninguna de esas murallas si ello nos repugna! ¡Cuánto más penoso es llegar, siguiendo las deducciones lógicas más ineludibles, a la posición más desesperante respecto a ese tema eterno de nuestra parte de responsabilidad en la muralla de piedra (aunque está claro hasta la evidencia que no tenemos nada que ver con eso), y, en consecuencia, sumergimos, en silencio pero rechinando los dientes con voluptuosidad, en la inercia, sin dejar de pensar 
que ni siquiera podemos rebelarnos contra nadie, porque, en suma, no tenemos enfrente a nadie! ¡Y nunca lo tendremos, porque todo es una farsa, un engaño, un galimatías! No sabemos «qué» ni «quién», pero, a pesar de todos esos engaños y de toda nuestra ignorancia, sufrimos, y tanto más cuanto menos comprendemos. 



IV
«¡Ja, ja, ja! ¡Si es así, llegará usted a descubrir cierta voluptuosidad en el dolor de muelas!», exclamarán ustedes. Y yo les responderé que sí, que hay cierta voluptuosidad en el dolor de muelas. Yo he sufrido ese dolor durante todo un mes, y sé lo que digo. En estos casos no nos enfurecemos en silencio: gemimos. Pero estos gemido carecen de franqueza: hay en ellos cierta malignidad. Y ahí está precisamente el quid de la 
cuestión. Esos gemidos expresan la voluptuosidad del que sufre: si el enfermo no experimentara cierto  placer al quejarse, dejaría de hacerlo. Es un excelente ejemplo, señores, y lo voy a desarrollar. 
Estos gemidos expresan, en primer lugar, la conciencia humillante de la inutilidad del sufrimiento, su legalidad desde el punto de vista de la naturaleza, sobre la cual usted escupe, pero que le hace sufrir, mientras ella permanece impasible. Expresan también que usted comprende que el enemigo no existe pero no por eso deja de existir el dolor y que, teniendo tantos Wagenheim como tiene, es usted esclavo de sus muelas. Si a alguno de esos Wagenheim le da por ahí, sus muelas dejarán de atormentarle; pero si su 
propósito es otro, su dentadura le hará sufrir todavía tres meses más. Y si se niega usted a inclinarse, si protesta, no hallará otro medio para consolarse que darse de bofetadas o romperse los puños contra el muro 
de piedra. Pues bien, son precisamente estas crueles ofensas, estas burlas que se permite no se sabe quién, las que suscitan esa sensación de placer, que llega a veces a la voluptuosidad suprema. 
Les ruego, señores, que presten atención a los lamentos de un hombre cultivado del siglo XIX que tiene dolor de muelas desde hace dos o tres días. Entonces gime de modo distinto que el primer día, no sólo porque le duele, no como un grosero campesino, sino como una persona instruida, impregnada de la civilización europea, como un hombre «desligado del suelo natal y de los principios nacionales», como se dice hoy. Estos gemidos son malévolos, furiosos y no cesan de día ni de noche. Sin embargo, la víctima comprende perfectamente que no le sirven para nada. Sabe mejor que nadie que irrita y tortura a quienes le rodean y que se tortura a sí mismo sin provecho alguno. Sabe que el público y la familia ante la cual se lamenta escuchan con desagrado sus quejas, en las que no creen, y comprenden que podría gemir de otro modo, más sencillamente, sin afectación, sin esos gorgoritos y esas exageraciones provocadas por lamaldad... Y es que justamente en esa humillación a la que acompaña la clarividencia radica la voluptuosidad. «¿De modo que os molesto, que os desgarro el corazón, que impido dormir a toda la casa? 
¡Mejor, no durmáis! ¡Así os daréis cuenta de que me duelen las muelas! ¡Ya no soy para vosotros el héroe 
que pretendía ser! ¡Ahora soy un malvado, un bribón! ¡Mejor! ¡Incluso me siento feliz al ver que al fin me habéis desenmascarado! ¿Os mortifica oír mis gemidos? ¡Peor para vosotros! ¡Voy a lanzar un gorgorito más afiligranado todavía!» 
¿Continúan ustedes sin comprender, señores? No me extraña; para poder captar todos los matices de esta voluptuosidad sensual es preciso poseer una profundidad mental extraordinaria. ¿Se ríen? ¡Me alegro! Mis bromas, señores, son evidentemente de muy mal gusto. Además, son confusas y suenan a falso. La causa de todo esto es que no siento la propia estimación. Pero ¿acaso el que se conoce puede estimarse aunque sólo sea un poco?
(Continuara...) 

jueves, 9 de mayo de 2013

Entre las torres: noticias y mate pastor

Los Jueves se lo dedicaremos al deporte-ciencia, al Ajedrez. En la historica revista Leoplán, el maestro Roberto Grau se encargaba de realizarla. En esta ocasión, les brindaremos las noticias de la semana y contarles el jaque mate pastor,uno de los jaque mate más cortos que se conocen. 

El MI Sebastián Lermito se consagró Campeón Argentino Sub 20 al derrotar en match de desempate al MF Alan Pichot.
En el Sub 20 Femenino, Ayelén Martínez resultó ganadora al vencer a Betania Lozano en match de desempate.

Además se realizó en el Colegio San Martín de Avellaneda la segunda etapa del Circuito de Ajedrez Interclubes por Equipos. El Club Argentino estuvo presente con una nutrida delegación, logrando los puestos 1° , 3° y 4° de la clasificación general, además de ganar las Categorías Femenina y Sub 14. 

Estas son las posiciónes de la ronda 6 del interclubes: 
1
CAA-FAOGBA "B"650114.5010
2
Mariano Moreno "A"641114.009
3
FAOGBA - CAA "C"650113.5010
4
CAA-FAOGBA "A"650113.0010
5
Los Discipulos de Talar651012.0011
6
Bernasconi Blanco641112.009
7
JuegoCiencia Indigo650111.5010
8
Club de Ajedrez La Plata641111.509
9
JuegoCiencia "A"632111.508
10
Topo Club RECARGADO640211.508
11
Mariano Moreno "B"632111.008
12
Independiente631211.007
A continuación, el cronograma de los próximos torneos del Circuito Interclubes:
19 de Mayo: FAOGBA
09 de Junio: Círculo de Ajedrez de La Plata
14 de Julio: Juego Ciencia - Adrogué
11 de Agosto: Mariano Moreno
08 de Septiembre: Jaque Mate
13 de Octubre: Club de Ajedrez de Berisso
17 de Noviembre: ONG E. Lasker - Quilmes 

Por último tenemos que decir que El MI Leandro Krysa triunfó en el 44° Torneo Abierto Internacional Ciudad de Mar del Plata; en el cuarto lugar y a medio punto, se ubicó el GM Sandro Mareco. 

Ya dadas las noticias de la semana, les enseñaremos el mate pastor. 

El mate del pastor (también llamado mate pastorjaque mate del pastor o jaque mate pastor) es uno de los jaque mate más cortos que se conocen después del jaque mate del loco, y que ocurre tras los 4 primeros movimientos del blanco, y 5 primeros del negro, aunque con este último es menos frecuente. Ocurre tras las jugadas (en notación algebraica1.e4 e5 2.Ac4 Cc6 3.Dh5 Cf6 (también sirve 2. Df3) seguido de 4.Dxf7. Este mate puede darse con ligeras variaciones, pero la idea básica es que la dama y el alfil cooperen para atacar el punto f7, que es el más débil alrededor del rey, al estar defendido sólo por éste. De hecho, la idea de atacar f7 es muy típica en numerosas aperturas abiertas.  Es muy habitual que las partidas entre principiantes acaben con el mate del pastor. Sin embargo, es fácilmente defendible. Por ejemplo 1. e4 e5 2. Ac4 Cf6 lo impide, al evitar Dh5, y además cubrir el ataque contra f7 si el blanco juega Df3. O bien 1. e4 e5 2. Ac4 Ac5 3. Dh5 De7, defendiendo a la vez los peones e5 y f7 con la dama.
La combinación recibe el nombre de la leyenda popular de un rey aventurero que salió a cazar una mañana. En la travesía de vuelta, después de haber cazado un jabalí que pretendía asar a la brasa, divisó sentado en una roca al borde del camino real, a un pastor cuidando de tres ovejas. El pastor se entretenía jugando sólo al ajedrez, moviendo durante el turno de las bancas y las negras. El rey, confiado, retó al pastor: "Nadie en la corte me ha derrotado jamás" —dijo el rey—; "Entonces no seré rival para su excelencia" —respondió el pastor—. Pero ante la perplejidad de los nobles que acompañaban al rey, el hombre del sombrero de lana derrotó al monarca en cuatro jugadas. A partir de ese momento el rey desterró a los caballeros y cortesanos por dejarle ganar siempre, y nombró Duque del ajedrez al hombrecillo que jugaba sólo tutelando a su ovejas, añadiéndole el título de inventor del Jaque Pastor.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Sección Rodolfo Walsh: en la cúpula del periodismo, el buscador de la verdad en tiempos difíciles

Los Miércoles homenajearemos a Rodolfo Walsh, referente periodístico en todo sentido que fue parte de la histórica revista Leoplán. El mismo fue un periodista, dramaturgo, escritor y traductor argentino que se destaco por sus libros de investigaciones sobre el fusilamiento de civiles en Jose León Suarez (Operación masacre) y los asesinatos de Rosendo Garcia (¿Quien mato a Rosendo?) y de Marcos Satanowsky (Caso Satanowsky). En esta ocasión y de modo introductorio, le presentaremos un articulo de Felipe Pigna sobre Rodolfo Walsh. 


¿Quién fue Rodolfo Walsh? ¿Un periodista, un escritor, un militante, un intelectual que fue más allá de ese papel? "Fui lava copas, limpia vidrios, comerciante de antigüedades y criptógrafo"decía él, queriendo alivianar esa imagen deshumanizada con la que se mira a los grandes humanos.
Sin embargo, para entender la vida de Walsh es necesario dividirla en dos partes. Operación Masacre cambió mi vida. Haciéndola, descubrí, además de mis perplejidades íntimas, que existía un amenazante mundo exterior", dijo el hombre, refiriéndose al libro que inició el movimiento periodístico-literario de la novela testimonial.
“Después de la frustración por la impunidad de la que gozaron los autores de los fusilamientos, Walsh ya no piensa en pedir justicia, sino observar que, además de permitir obtener datos y establecer la mecánica de sucesión de ciertos hechos, la investigación se ocupa de hechos límites que movilizan y ponen en cuestión compromisos, actos, ideas. La masacre de José León Suárez fue la perfecta culminación de un sistema; el caso Rosendo García desnuda la esencia del vandorismo; el asesinato de Satanowsky proyecta luz sobre el funcionamiento de los servicios de informaciones y su conexión con los grandes diarios”, dirá Osvaldo Aguirre
Walsh se había criado en el seno de una familia conservadora, de ascendencia irlandesa. Estudió en un colegio de monjas irlandesas y fue interno en una congregación de curas también irlandeses. "Tengo una hermana monja y dos hijas laicas", se reía. A los 17 años comenzó a trabajar en la Editorial Hachette como traductor y como corrector de pruebas, y a los 20 comenzó a publicar sus primeros textos periodísticos. En 1953 publicó su primer libro de cuentos, Variaciones en rojo, con el que había ganado el Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires.
Cuando se produjeron los fusilamientos de José León Suárez, Walsh estaba trabajando en la compilación de cuentos de la Editorial Hachette. Una tarde de 1956, jugando al ajedrez en un bar de la Plata escuchó la frase"Hay un fusilado que vive". Nunca se le fue de la mente. A fines de ese año, comenzó a investigar el caso con la ayuda de la periodista Enriqueta Muñiz, y se encontró con un gigantesco crimen organizado y ocultado por el Estado. Walsh decidió recluirse en una alejada isla del Tigre con el seudónimo de Francisco Freyre, y con la única compañía de un revolver. El 23 de diciembre Leonidas Barletta, director de Propósitos, denunció, a pedido de Walsh, la masacre de José León Suárez y la existencia de un sobreviviente, Juan Carlos Livraga.
El resto es historia conocida.
Walsh en Cuba
Antes de partir a Cuba, publicó el Caso Satanowsky, en donde evidenció que matones de la SIDE asesinaron al abogado Marcos Satanowsky debido a oscuros intereses en torno a la propiedad del diario La Razón. En la investigación dio con los culpables.
En Cuba fundó la agencia Prensa Latina junto con su colega y compatriota Jorge Masetti. Había decidido que no sería nunca más un simple observador privilegiado del mundo, sino que quería formar parte activamente de él: como jefe de Servicios Especiales en el Departamento de Informaciones de Prensa Latina, usó sus conocimientos de criptógrafo aficionado para descubrir, a través de unos cables comerciales, la invasión a Bahía de Cochinos, instrumentada por la CIA.
A Cuba fue Walsh a respirar un poco de aire libre. Sus experiencias amorosas con prostitutas cubanas fueron para él también actos de liberación. "... Después de vestirnos le digo ‘¿cuánto es?’, porque ella tiene que seguir trabajando y ella dice ‘lo que quieras’. Pero cuando le doy cinco pesos se sonríe un poco y dice ‘¿tan poco?’. Entonces invento cualquier argumento, porque no estoy resuelto a darle más, porque ahora no quiero ser engañado, ya la jauría del remordimiento y la vergüenza galopa a mis espaldas. Apenas salimos me desahogo de ella lo más pronto que puedo, y es entonces cuando empiezo a preguntarme si me habrán visto, si ella era linda o era un monstruo, y qué habrían dicho en la agencia si me vieran con una muchacha tan negra. Sí, me siento culpable de este gran acto de liberación..."
Walsh escritor
Rodolfo Walsh tuvo una tortuosa relación con la literatura, luego de haberse definido como marxista. “Soy lento, he tardado quince años de pasar del mero nacionalismo a la izquierda.” Después de publicar ¿Quién mató a Rosendo?, dijo: "las cosas cambiaron realmente en 1968, cuando la política lo ocupó todo. Entonces empecé a ser un escritor político. Mis ideas sobre la novela han cambiado".
A Walsh le faltaba la novela para consagrarse como escritor. Pero después de Operación Masacre y de su estadía en Cuba, decidió que ya en Argentina no podía desvincularse la literatura de la política. Él ya había decidido. "Empiezo a asimilar lo básico del marxismo y mi nivel de conciencia es hoy bastante mayor. No aceptaría hoy incluir una cita de un bufón como Manucho (Manuel Mujica Láinez) en la contratapa de un libro (se refiere a Un kilo de oro) ni vacilaría en rechazar una beca en USA, etc."
La novela era, para Walsh, algo así como la representación de los hechos. "Yo prefiero su simple presentación. (...) ¿Eso quiere decir que la novela es lo difícil de decir, lo que se resiste a ser dicho? ¿Lo que me compromete más a fondo? Otra variante que he pensado es que la novela es la última forma del arte burgués, y por eso ya no me satisface".
Ese mismo año, en Madrid, Juan Domingo Perón le presenta a Raimundo Ongaro, Secretario General de la CGT de los Argentinos, y el 1º de mayo aparece el semanario CGT, que funda y dirige por expreso pedido de Perón. En 1969 empieza a militar en el Peronismo de Base. "No le entiendo nada -dijo Ongaro luego de leer unos escritos suyos- ¿Escribe para los burgueses?" "Me molestó porque sé que tiene razón", escribió Walsh, luego de este hecho.
Walsh militante
En 1973 comenzó a militar en la organización Montoneros con el grado de Oficial 2° y el alias de Esteban. Creó un sector del Departamento de informaciones de Montoneros y fue su responsable. Junto a su amigo, el poeta Francisco Paco Urondo, participa como fundador y redactor de Noticias. Este diario presentaba los puntos de vista de Montoneros. A principios de 1974, dejó constancia por escrito de sus diferencias de concepción, tácticas y estrategia con la cúpula de Montoneros, en un último intento de cambiar el rumbo, que, de seguir así, llevaba a una segura derrota. No fue escuchado. "Nosotros le decíamos traidores a ellos, a los Vandor, a los Matera, a los Remorino. Pero los traidores éramos nosotros. Porque Perón siempre los apoyó a ellos."
Bajo el golpe de Estado encabezado por Jorge Videla, creó la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA)."Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información."
El 29 de septiembre de 1976 murió en un enfrentamiento su hija Vicki. Tenía 26 años, una hija y era militante de Montoneros. Murió también su amigo Paco Urondo en Mendoza, perseguido por fuerzas militares conjuntas.
El 24 de marzo al cumplirse un año de la dictadura, envió su famosa Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar a las redacciones de los diarios. Nadie la publicó. El 25 de marzo, entre las 13.30 y las 16.00, Walsh fue secuestrado por un grupo de Tareas de la ESMA, comandado por el oficial de Inteligencia García Velasco. Sobrevivientes de la ESMA le acercaron a su hija Patricia Walsh una versión de lo sucedido. Según esa versión Rodolfo debía ser tackleado por el oficial de Marina y ex rugbier Alfredo Astiz, quien falló en su intento. Esto generó una momentánea confusión que permitió a Rodolfo gatillar el revólver calibre 22 que guardaba en la entrepierna. Así hirió a uno de sus agresores, que quedó rengo. A fines del ’77 ese hombre fue galardonado con una medalla en una ceremonia secreta de la ESMA.
El 25 de marzo de 1977 asesinaron al hombre que decidió para siempre ser "fiel al compromiso de dar testimonios en tiempos difíciles".

martes, 7 de mayo de 2013

Divulgación científica: El origen de los humanos y lo indescifrable

Todos los primeros martes del mes, les presentaremos notas de divulgación científica. En este caso una nota del abogado y estudiante de filosofía, Jose Luis Moreno. 

Hay una pregunta que ha rondado la mente de filósofos, teólogos y poetas desde el comienzo de la historia: ¿qué nos hace humanos?  La respuesta se ha abordado desde diferentes perspectivas, aunque no fue hasta 1859, con la publicación de una de las obras científicas más revolucionarias de la ciencia, cuando fuimos conscientes de que nuestra especie no era más que un eslabón en la interminable cadena evolutiva.  Me refiero al libro que ha otorgado fama inmortal a Charles Darwin: “El origen de las especies”.  Sin embargo, a pesar de que tenemos a nuestro alcance una explicación racional acerca de la existencia del hombre ―superando tradicionales creencias en mitos y leyendas― no dejamos de cuestionarnos acerca de nuestro origen, acerca de qué nos hace ser únicos y diferentes al resto de seres que pueblan este planeta.  La búsqueda de una respuesta no ha terminado aún.
Voy a analizar un artículo queEvolutionary Anthropology, nos encontramos ante un trabajo muy interesante por su planteamiento: un total de trece antropólogos evolutivos con distintas especialidades nos ofrecen su particular punto de vista en diez artículos con este denominador común. James Calcagno y Agustín Fuentes (ambos profesores de antropología) han sido los encargados de requerir la participación de sus colegas sin imponer más limitaciones que la de responder a la pregunta en 800 palabras o menos.  Ninguno de los autores ha sabido quienes eran los otros participantes para evitar la tentación de que respondieran anticipándose a los comentarios del resto.
Debido a la extensión de los trabajos dividiré en tres partes el presente análisis: las dos primeras incluirán un resumen de cinco artículos cada una y reservaré la última para exponer mis conclusiones acerca de la cuestión. 
Ser humano significa que el “ser humano” significa lo que queramos que signifique
Salvando la quizás algo tosca traducción del título original en este primer artículo, Matt Cartmill yKaye Brown, antropólogos de la Universidad de Boston, se plantean una pregunta diferente a la más genérica de ¿qué nos hace humanos?, y es ¿cuál de nuestras peculiaridades da a al género humano su importancia y significado únicos? Dado que somos nosotros mismos quienes decidimos qué significan las palabras, podemos establecer la frontera entre el ser humano y el resto del mundo animal donde queramos.  De esta forma, el significado, el indicador, y la justificación del estatus humano ha fluctuado a lo largo de la historia occidental.  Por ejemplo, el lenguaje ha sido uno de los caracteres preferidos para establecer esa distinción, aunque hemos asistido a sucesivos cambios del propio concepto de “lenguaje” al tiempo que descubríamos rudimentarias capacidades lingüísticas en diferentes animales.
Los autores niegan asimismo que la conducta pro social nos haga únicos.  En antropología se entiende por conducta pro-social la acción de ayuda que beneficia a otra persona sin que necesariamente proporcione beneficios directos a la persona que la lleva a cabo, y que incluso puede implicar un riesgo.  Para quienes defienden este criterio diferencial, los seres humanos estarían dispuestos de forma innata a sacrificarse para ayudar a otros, mientras que el resto de simios no.  Sin embargo, la sociología nos indica que es necesaria la socialización para superar el egoísmo innato de los niños. Para explicar esta contradicción, los autores se remiten a dos rasgos que sí consideran genuinamente pan-humanos: nuestra propensión a la imitación y nuestra capacidad para ver las cosas desde la perspectiva de otros
Los humanos son los únicos mamíferos terrestres que imitan sonidos, así como el único animal que imita las cosas que ve.  La homogeneidad cultural surge a través de la imitación, no de una innata o pro social tendencia a asimilar o interiorizar normas y valores.  De hecho, para Cartmill y Brown la imitación debe preceder en la patogenia al comportamiento normativo (a los patrones de conducta, buenas maneras y tabúes) y también en la filogenia homínida.  Por otro lado, nuestra capacidad para ponernos en el lugar de otro nos ofrece una valiosa perspectiva adaptada acerca de las intenciones de nuestros amigos, enemigos, predadores y presas.  Podemos ser los únicos animales que encuentran gratificante compartir y ayudar tanto a su propia especie como a otras; pero también somos los únicos que encontramos gratificante causar un daño gratuito.
La genética de la humanidad
Katherine Pollard, actualmente en Gladstone Institutes de la Universidad de California en San Francisco, nos confirma que desde el punto de vista genético no hay mucho que nos haga únicos como especie.  Se ha comprobado que, por ejemplo, los genomas humano y del chimpancé  son idénticos en casi un 99%, y que cada uno ha experimentado la misma tasa de cambio desde de la separación de nuestro último ancestro común (hace aproximadamente 6 M. de años).
Sin embargo, existe una evidencia creciente de que las mutaciones en las secuencias reguladoras de los genes que actúan cuando nuestras proteínas son expresadas, desempeñan un papel importante en la biología específica de los seres humanos.  Estas secuencias reguladoras, únicas en los humanos, llamadas “regiones humanas aceleradas” (Human Accelerated Regions en inglés) se encuentran cerca de, y probablemente controlan, un grupo importante de genes involucrados en el desarrollo.  Debido a que muchos de estos genes son factores de transcripción que controlan la expresión de otros genes, es fácil entender cómo un número relativamente pequeño de mutaciones en las secuencias reguladoras pueden alterar la función de toda una red de genes y, por lo tanto, afectar a un rasgo clave, como la morfología de la pelvis o el tamaño del cerebro.
La  forma secuencial de cientos de genomas de seres humanos vivos y extintos (como por ejemplo los recientes trabajos de secuencial del ADN de Homo neanderthalensis),  y el estudio de los cambios epigenéticos, podrían ayudar a cambiar el punto de vista actual según el cual, genéticamente hablando, los seres humanos no somos especialmente únicos como especie.
 ¿Por qué no somos chimpancés?
Robert Sussman, profesor de antropología en la Universidad Washington en St. Louis,  comienza analizando lo que nos diferencia de los chimpancés ―nuestros parientes evolutivos más cercanos― como por ejemplo la anatomía (los chimpancés caminan apoyando los nudillos y están adaptados a subir a los árboles, mientras que nosotros somos bípedos terrestres) y el comportamiento (los chimpancés construyen nidos donde habitan y nosotros no).  Sin embargo, reconoce que analizar las diferencias en el funcionamiento del cerebro es mucho más difícil.
Para él, hay tres características del comportamiento humano que no se han encontrado ni en los chimpancés ni en otro animal; son únicas y ejemplifican lo que significa ser humano: el comportamiento simbólico, el lenguaje y la cultura.
El comportamiento simbólico es la capacidad de crear mundos alternativos, reflexionar sobre el pasado y el futuro, imaginar cosas que no existen.  El lenguaje es la única faceta comunicativa que permite a los seres humanos comunicarse no sólo en un contexto próximo, sino también acerca del pasado, del futuro o, incluso, sobre cosas lejanas e imaginadas, permitiéndonos compartir y transmitir nuestros símbolos a las generaciones futuras.  Por último, la cultura es una capacidad que sólo se encuentra en los seres humanos para crear nuestros propios mundos simbólicos compartidos y transmitirlos.  Aunque los chimpancés pueden transmitir un comportamiento aprendido, no pueden compartir distintas visiones del mundo.
Cognición, comunicación y lenguaje
Robert M. Seyfarth, profesor de biología, y Dorothy L. Cheney, profesora de psicología, ambos en la Universidad de Pensilvania, sostienen que aunque el lenguaje totalmente evolucionado constituye la diferencia más importante entre los seres humanos modernos y los primates, en el ámbito de la comunicación y la cognición encontramos dos características más simples y básicas ―ambas necesariamente precursoras del lenguaje― que hacen a los seres humanos únicos.  La primera es nuestra facultad de representar los estados mentales de otra persona.  El resto de primates parecen no reconocer lo que sabe otro individuo, y menos aún percibir cuando está equivocado.  Al mismo tiempo, el conocimiento de sus propios pensamientos es limitado ya que parecen incapaces de la introspección necesaria para lograr una planificación deliberada así como sopesar estrategias alternativas.  En cambio, los bebés de un año no sólo son conscientes de sus propios pensamientos, sino que los comparten continuamente con los demás.
Además, hay otra diferencia en la comunicación, quizás más básica aún, que nos diferencia del resto de especies animales y es la riqueza de la composición vocal.  Las diferencias de los sonidos emitidos por los animales con el lenguaje humano son evidentes: el nuestro posee flexibilidad acústica, es un lenguaje aprendido y ampliamente modificable.  Hay una hipótesis que intenta explicar la excepción que representa el ser humano: la presión selectiva impuesta por un ambiente social cada vez más complejo favoreció la evolución de una teoría de la mente completa y esto, a su vez, propició la evolución de una comunicación cada vez más compleja que requería una producción vocal flexible. 
Una perspectiva neuroantropológica
Benjamin Campbell, profesor asociado de antropología en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee tiene clara la respuesta:lo que nos hace únicos es un cerebro que ha evolucionado bajo la presión social para convertirnos en individuos conscientes de sí mismos que nos definimos en función de lo que compartimos con nuestros semejantes.
Así, a diferencia del resto de grandes simios, poseemos una mayor esperanza de vida, un desarrollo tardío, y una tasa de reproducción mayor.  En la base de todos estos rasgos descansa el cerebro humano.  Las presiones selectivas que llevaron a un cerebro mayor se centraron en las interacciones de grupo que se desarrollan a lo largo de toda la vida, de ahí que sea muy probable que las características específicas de nuestro cerebro guarden relación con la inteligencia social.  En suma, los seres humanos somos seres intrínsecamente grupales con prácticas y creencias compartidas.

lunes, 6 de mayo de 2013

Entrevistas: Marcelo De Bellis

Los lunes le presentaremos entrevistas a personas famosas o desconocidas del país. En algunos casos, como este, son entrevistas realizadas por mi y que ya salieron publicadas en la revista Ahora del diario Crónica y en otros entrevistas ineditas. En esta ocasiòn, una nota a Marcelo De Bellis, actor con gran trayectoria y mejor proyección. 

 

Arribamos a la localidad de Martínez y llegamos a los estudios Pampa donde se graba la ficción. Una intensa arboleda y canchas de fútbol nos conducen hacia el interior del estudio donde nos recibe Marcelo de Bellis.
El actor se mueve entre los decorados como si estuviera en su casa. Mientras posa para la producción fotográfica, bromea con los técnicos: “Vengan que nos sacamos una todos juntos” dice divertido. “Ellos son los que laburan de verdad y la parte que no se ve, es difícil lo que hacen”, admite con total sinceridad.
Así es Marcelo, humilde, sencillo y solidario. “A veces me pongo en una postura que no es la del actor, pero por suerte Gustavo Luppi me tiene paciencia a pesar de mi ansiedad”, cuenta sobre el trabajo en Todas a mí.
-Después de Consentidos estuviste un año sin hacer tele, ¿cómo superaste la abstinencia?
-Bastante bien, pero ahora estoy feliz. No soy adicto al trabajo, porque tengo la suerte de tener continuidad y le agradezco a Dios por hacer lo que más me gusta en la vida. Aun así, disfruté mucho este tiempo, viajé a distintos lugares. También tuve la suerte de estar en dos obras de teatro como “Sin vergüenzas” y “Taxi”. Fue un año de “tranquilidad”, pero con trabajo. A pesar de eso, extrañaba muchísimo la tele.
-¿Cómo te sentís por ser el protagonista?
-Muy bien, no me siento ni más ni menos que nadie, todos somos parte del mismo equipo.
-¿Te importa el rating?
-Sí, muchísimo, si uno vive de eso. Pero soy consciente de que América es una pantalla nueva para todo lo que tiene que ver con la ficción, ahora está empezando con una serie de unitarios que produce el INCA.
-¿Qué mirás en la televisión?
-Mucho rugby y fútbol. Hasta a veces discuto con mi mujer porque a la mañana ella ve el noticiero y yo no tengo ganas de escuchar bajones. Si bien estoy informado, trato de evitar las pálidas. Estoy más al tanto de las noticias de índole deportivo que de otra cosa.
-¿El fútbol te apasiona?
-¡Sí! Sigo y sufri la campaña de River en la b, fue un bajón, pero si mi viejo estuviera vivo se vuelve a morir porque nos fuimos a la B. No fue nada fácil, cuando jugabamos con Quilmes o Gimnasia en la cancha de San Lorenzo me da la sensación de que estamos en Primera, pero cuando jugamos con Desamparados de San Juan o Defensa y Justicia me cai la ficha. La fui llevando como pude, poniendo el pecho frente a las balas, con el amor por la camiseta intacto. Ahora con màs tranquilidad disfrutando de la vuelta a primera.
-¿Cómo sé sintió el elenco de “Taxi” luego del ACV que padeció Carlín Calvo?
-Tuvimos sentimientos encontrados. Muy triste por lo que paso y muy feliz porque se está recuperando. Fue un milagro, en media hora lo estaban operando. De vez en cuando lo vamos a ver con los chicos. El grupo se fortaleció mucho más con lo de Carlín. Por otro lado me puso muy contento que hayan confiado en mí para protagonizar “Taxi”.
-Hablando de teatro, ¿té sentís más cómodo en el teatro o grabando para televisión?
-Lo que más me gusta es el teatro porque es el aquí y ahora. La respuesta del público es instantánea, además es el arte de la repetición. El mayor aprendizaje para nosotros es el teatro, por eso me forme en el Conservatorio con Briski, y con Graciano en el San Martín.
-Después diste una vuelta de timón hacia la comicidad.
-Sí, los comediantes dicen cosas con gracia y los cómicos dicen cosas graciosas. El límite es muy finito…
-¿Del corazón cómo andás? Sabemos que estás en pareja.
-Sí, muy contento con Erika. Estamos conviviendo y realmente muy felices.
-¿Cómo sos en tu rol de padre?
-Soy completamente presente, pero mis hijas tendrían que hablar de eso. Las veo todos los días, son el motivo de mi vida. Ahora en diciembre la mayor festeja los 15 y estoy muy emocionado con eso, me hace feliz aunque al bolsillo no tanto. Hay mucha gente que me ayuda, como Jorgito Ibáñez con el vestido, a quien conocí en el casamiento de Luisana Lopilato y pegamos buena onda.
-¿Qué pensás del cine nacional?
-Tenemos una industria maravillosa, gracias a Dios cada vez hay más apoyo con respecto a las películas. A pesar de eso, me parece que mundialmente existe una crisis de autores. Me fastidia muchísimo que los chicos que recién arrancan convoquen para sus películas a sus amigos para ahorrarse un mango, gente que ni siquiera sabe actuar. Eso se nota y mucho aunque llamen a Gerardo Romano para el rol protagónico. Para quedarse con un mango hacen pelotudeces, me han llamado para participar y obviamente dije que no.
-¿Te gustaría haber filmado más?
-Soy un laburante y todas las propuestas interesantes son bienvenidas. Lo que sí me encanta es la comedia, yo me ocupo de todo, que se entienda el chiste y demás. A mí no me fastidia para nada que me llamen siempre para hacer comedia, no me parece un género menor ni mucho menos.



viernes, 3 de mayo de 2013

Obras literarias: Memorias del subsuelo (1)

Los viernes les presentaremos las mejores obras literarias de la historia mundial, con el estilo ùnico de Leoplán. En esta ocasiòn le presentamos la primer entrega de "Memorias del subsuelo" del genial escritor ruso o Fiodor Mijaholovich Dostoyevski. Fue publicada en 1864 y es considerada una de las obras clave en la literatura rusa.  Fue escrita en un momento en el que el autor padecía grandes trastornos emocionales producto del fallecimiento de su esposa Maria Dmitrievna Konstant Isaeva (15 de abril de 1864), y de la posterior muerte de su hermano Mijaíl, muy querido para él. A estos problemas personales, se agregaban además la clausura de sus revistas por parte de las autoridades y su adicción al juego, que le acarrearían graves problemas financieros.

 NOTA DEL AUTOR
El autor de este diario, y el diario mismo, pertenece evidentemente al campo de la ficción. Sin embargo,
si consideramos las circunstancias que han determinado la formación de nuestra sociedad, nos parece
posible que existan entre nosotros seres semejantes al autor de este diario. Mi propósito es presentar al
público, subrayando un poco los rasgos, uno de los personajes de la época que acaba de trans currir, uno delos representantes de la generación que hoy se está extinguiendo. En esta primera parte, titulada Memoriasdel subsuelo, el personaje se presenta al lector, expone sus ideas y trata de explicar las causas de que hayanacido en nuestra sociedad. En la segunda parte relata ciertos sucesos de su vida.
FEDOR DOSTOYEVSKI

 MEMORIAS DEL SUBSUELO
I
Soy un enfermo. Soy un malvado. Soy un hombre desagradable. Creo que padezco del hígado. Pero no sé
absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele.
Ni me cuido ni me he cuidado nunca, pese a la consideración que me inspiran la medicina y los médicos.
Además, soy extremadamente supersticioso... lo suficiente para sentir respeto por la medicina. (Soy un
hombre instruido. Podría, pues, no ser supersticioso. Pero lo soy.) Si no me cuido, es, evidentemente, por
pura maldad. Ustedes seguramente no lo comprenderán; yo sí que lo comprendo. Claro que no puedo
explicarles a quién hago daño al obrar con tanta maldad. Sé muy bien que no se lo hago a los médicos al no
permitir que me cuiden. Me perjudico sólo a mí mismo; lo comprendo mejor que nadie. Por eso sé que si
no me cuido es por maldad. Estoy enfermo del hígado. ¡Me alegro! Y si me pongo peor, me alegraré más
todavía.
Hace ya mucho tiempo que vivo así; veinte años poco más o menos. Ahora tengo cuarenta. He sido
funcionario, pero dimití. Fui funcionario odioso. Era grosero y me complacía serlo. Ésta era mi
compensación, ya que no tomaba propinas. (Esta broma no tiene ninguna gracia pero no la suprimiré. La he
escrito creyendo que resultaría ingeniosa, y no la quiero tachar, porque evidencia mi deseo de zaherir.)
Cuando alguien se acercaba a mi mesa en demanda de alguna información, yo rechinaba los dientes y
sentía una voluptuosidad indecible si conseguía mortificarlo. Lo lograba casi siempre. Eran, por regla
general, personas tímidas, timoratas. ¡Pedigüeños al fin y al cabo! Pero también había a veces entre ellos
hombres presuntuosos, fanfarrones. Yo detestaba especialmente a cierto oficial. Él no quería someterse, e
iba arrastrando su gran sable de una manera odiosa. Durante un año y medio luché contra él y su sable, y
finalmente salí victorioso; dejó de fanfarronear. Esto ocurría en la época de mi juventud.
Pero ¿saben ustedes, caballeros, lo que excitaba sobre todo mi cólera, lo que la hacía particularmente vil
y estúpida? Pues era que advertía, avergonzado, en el momento mismo en que mi bilis se derramaba con
más violencia, que yo no era un hombre malo en el fondo, que no era ni siquiera un hombre amargado, sino
que simplemente me gustaba asustar a los gorriones. Tengo espuma en la boca; pero tráiganme ustedes una
muñeca, ofrézcanme una taza de té bien azucarado, y verán cómo me calmo; incluso tal vez me enternezca.
Verdad es que después me morderé los puños de rabia y que durante algunos meses la vergüenza me
quitará el sueño. Sí, así soy yo.
  He mentido al decir que fui un funcionario perverso. He mentido por despecho. Yo trataba, simplemente,
de distraerme con aquellos peticionarios y aquel oficial, y jamás conseguí llegar a ser realmente malo. Me
daba perfecta cuenta de que existían en mí gran número de elementos diversos que se oponían a ello
violentamente. Los sentía hormiguear dentro de mi ser, por decirlo así. Sabía que estaban siempre en mi
interior y que aspiraban a exteriorizarse, pero yo no los dejaba salir; no, no les permitía evadirse. Me
atormentaban hasta la vergüenza, hasta la convulsión. ¡Oh, qué cansado, qué harto estaba de ellos!
Pero ¿no les parece, señores, que estoy adoptando ante ustedes una actitud de arrepentimiento por un
crimen que no sé cuál es? Estoy seguro de que ustedes imaginan... No obstante, les advierto que me es
indiferente que se lo imaginen o no.
No he conseguido nada, ni siquiera ser un malvado; no he conseguido ser guapo, ni perverso; ni un
canalla, ni un héroe..., ni siquiera un mísero insecto. Y ahora termino mi existencia en mi rincón, donde
trato lamentablemente de consolarme (aunque sin éxito) diciéndome que un hombre inteligente no consigue
nunca llegar a ser nada y que sólo el imbécil triunfa. Sí, señores, el hombre del siglo XIX tiene el deber de
estar esencialmente despojado de carácter; está moralmente obligado a ello. El hombre de carácter, el
hombre de acción, es un ser de espíritu mediocre. Tal es el convencimiento que he adquirido en mis
cuarenta años de existencia.
Sí, tengo cuarenta años... Cuarenta años son toda una vida; son... una verdadera vejez. Vivir más de
cuarenta años es una inconveniencia, algo inmoral y vil. ¿Quién vive después de cumplir cuarenta años?
¡Respondan sinceramente, honradamente! Voy a decírselo a ustedes: los imbéciles y los bribones. Sí, ésos
son los que viven más de cuarenta años. ¡Se lo diré en la cara a todos los viejos, a todos esos respetables
viejos de rizos plateados y perfumados! Lo proclamaré ante el universo entero. Tengo derecho a hablar así
porque yo viviré hasta los sesenta, hasta los setenta, hasta los ochenta años!... ¡Esperen! ¡Déjenme recobrar
el aliento!
Ustedes se imaginan seguramente que mi propósito es hacerles reír. Pues no; se equivocan en esto, como
en todo lo demás. No soy en modo alguno tan alegre como sin duda les parezco. Por otra parte, si, irritados
por toda esta palabrería (porque ustedes están irritados; lo veo), me pregunta qué soy en fin de cuentas, les
responderé: soy un asesor de colegio. Ingresé en la Administración para poder comer (únicamente para
eso), y el año pasado, cuando un pariente lejano me legó seis mil rublos, dimití al punto y me enterré en mi
rincón. Hacía ya mucho tiempo que estaba aquí, pero ahora me he instalado definitivamente. La habitación
que ocupo está en los confines de la ciudad y es fea, destartalada. Mi criada es una vieja campesina,
malvada por falta de inteligencia. Además, huele mal. Me dicen que el clima de Petersburgo me perjudica,
que la vida aquí es muy cara, e ínfimos los recursos de que dispongo. Lo sé; lo sé mucho mejor que todos
esos sabios donadores de consejos. Pero me quedo en Petersburgo. No me iré de Petersburgo porque...
Bueno, ¿qué importa que me marche o no?
Sin embargo ¿de qué puede hablar un hombre honrado con más placer?
Respuesta: de sí mismo. ¡Por lo tanto, voy a hablarles de mí mismo!



II

Ahora voy a contarles, señores (quieran ustedes o no), por qué ni siquiera he conseguido llegar a ser un
insecto. Lo declaro ante ustedes solemnemente: muchas veces he intentado convertirme en un insecto, pero
no se me ha juzgado digno de ello.
Una conciencia demasiado clarividente es (se lo aseguro a ustedes) una enfermedad, una verdadera
enfermedad. Una conciencia ordinaria nos bastaría y sobraría para nuestra vida común; sí, una conciencia
ordinaria, es decir, una porción igual a la mitad, a la cuarta parte de la conciencia que posee el hombre
cultivado de nuestro siglo XIX y que, para desgracia suya, reside en Petersburgo, la más abstracta, la más
«premeditada» de las ciudades existentes en la Tierra (pues hay ciudades «premeditadas» y ciudades que no
lo son). Se tendría, por ejemplo, más que de sobra con esa cantidad de conciencia que poseen los hombres
llamados sinceros, espontáneos y también hombres de acción.
Ustedes se imaginan (apostaría cualquier cosa) que escribo todo esto por darme importancia, por
burlarme de los hombres de acción, por darme tono a la manera del fatuo que arrastraba el sable y del que
les he hablado hace un momento, pero eso sería de muy mal gusto. Pues ¿quién puede pensar, señores, en
vanagloriarse de sus enfermedades y utilizarlas como pretexto para darse tono?
Pero ¿qué digo? Todo el mundo obra así. Precisamente de sus enfermedades extraen la gloria. Y eso hago
yo, probablemente aún más que nadie... En fin, no hablemos más del asunto: mi objeción es estúpida.
Sin embargo (estoy firmemente convencido de ello), la conciencia, toda conciencia es una enfermedad.
Lo mantengo. Pero dejemos esto por ahora. Respóndanme a esto: ¿cómo es que siempre, en el preciso
instante -como hecho adrede- que me sentía más capaz de apreciar todos los matices de lo bello, de lo
sublime, como se decía en nuestra patria hace poco, se me ocurría no sólo pensar, sino hacer cosas tan
inconvenientes? Eran actos que todos realizan con oportunidad, pero que yo cometía precisamente cuando
me daba perfecta cuenta de que había que abstenerse de ejecutarlos. Cuanto más clara conciencia tenía del
bien y de todas las cosas «bellas y sublimes», tanto más me hundía en mi cieno y tanto más capaz me sentía
de sepultarme en él definitivamente. Pero lo más notable es que este desacuerdo no parecía un hecho
fortuito, dependiente de las circunstancias, sino algo que ocurría del modo más natural. Se diría que éste era
mi estado normal, y en modo alguno una enfermedad o un vicio; tanto, que finalmente perdí todo deseo de
luchar. En resumen, que casi admito (y tal vez sin «casi») que aquél era el estado normal de mi espíritu.
Pero, al principio, ¡cuánto sufrí en esta lucha! No creía que los demás pudiesen estar en el mismo caso, y a
lo largo de toda mi vida he mantenido en secreto este rasgo de mi carácter. Me avergonzaba de él (es
posible que me avergüence todavía). Tan lejos iba en esto, que experimentaba una especie de placer
secreto, vil, anormal, al volver a mi casa, a mi agujero, en una de las turbias e ingratas noches
petersburguesas, y decirme que otra vez había cometido una villanía aquel día y que sería imposible
repararla. Entonces me roía interiormente. Me roía, me desgarraba a dentelladas, bebía largamente mi
amargura, me saciaba de ella de tal modo, que al fin experimentaba una especie de debilidad vergonzosa,
maldita, en la que saboreaba una verdadera voluptuosidad. ¡Sí, lo repito: una verdadera voluptuosidad! He
sacado a relucir esta cuestión porque deseo saber si otros conocen semejantes voluptuosidades.
Me explicaré. La voluptuosidad procedía, en este caso, de que me daba clara cuenta de mi humillación, la
cual procedía del convencimiento de haber llegado al límite. «Tu situación es abominable -me decía a mí
mismo-, pero no puede ser otra; no tienes ninguna salida; no podrás cambiar nunca, porque, aunque
tuvieras el tiempo y la fe necesarios para ello, no querrías convertirte en otro hombre. Por otra parte,
aunque quisieras cambiar, no podrías. ¿En qué otra cosa te transformarías? ¡Quizá no hay ninguna!»
Pero lo esencial- y esto pone fin a la cuestión- es que todo se realiza de acuerdo con las leyes
fundamentales y normales de la conciencia refinada, y mana de ella directamente, tanto, que es por
completo imposible no sólo cambiar, sino, generalmente, reaccionar de algún modo. La conciencia refinada
nos dice, por ejemplo : «Tienes razón, eres un canalla». Pero el hecho de que yo pueda comprobar mi propia
condición canallesca no me consuela lo más mínimo de ser un canalla. ¡En fin, basta ya! ¡Cuántas palabras,
Dios mío! Pero ¿qué he explicado? ¿De dónde proviene esa voluptuosidad? Sin embargo, me interesa
explicarlo todo. Iré hasta el fin. Para eso he tomado la pluma...
Empezaré por decir que tengo un amor propio tremendo, que soy tan desconfiado y susceptible como un
jorobado, como un enano. Pero, verdaderamente, ha habido momentos en mi existencia en los que, si me
hubiesen dado una bofetada, me habría sentido quizá muy dichoso. Hablo en serio; habría podido encontrar
en ello cierto placer..., el placer de la desesperación, desde luego. Pues la desesperación oculta la
volu ptuosidad más ardiente, sobre todo cuando la situación aparece sin salida. Sin embargo, en el caso de la
bofetada, ¡qué sensación de aplastamiento se experimenta!
Pero lo principal es que siempre resulta que soy yo el culpable, sea cual fuere el lado desde el que
examinen las cosas, y es más: culpable sin serlo, por lo menos, de acuerdo con las leyes de la naturaleza.
Soy culpable, ante todo, porque soy más inteligente que cuantos me rodean (siempre me he considerado
más inteligente que las personas que me rodeaban, e incluso -¡fíjense ustedes!- mi sensación de
superioridad me confunde hasta el punto de que miro a la gente de reojo, por no poder mirarla cara a cara).
Soy culpable, además, porque, aún cuando me hubiese sentido generoso, el convencimiento de que esto era
inútil sólo habría servido para atormentarme más. Desde luego, no habría adelantado nada. No habría
podido perdonar, porque el agresor me habría golpeado seguramente, de acuerdo con las leyes de la
naturaleza, las cuales no se preocupan por nuestro perdón. Además, me habría sido imposible olvidar,
porque el insulto, por natural que sea, siempre es un insulto. En fin, si renunciaba a ser generoso y
pretendía, por el contrario, vengarme del agresor, no podía cumplir este propósito, porque me era imposible
decidirme a obrar, aún teniendo la facultad de hacerlo.
Pero ¿por qué? Sobre esto quisiera decirles a ustedes unas palabras.
(Continuara...)